“BRASIL: DEFENDER LA DEMOCRACIA ANTE LA AMENAZA DE GOLPE DE ESTADO”
En nuestro reciente “Manifiesto de apoyo solidario al pueblo y gobierno de Brasil”, a propósito de la convocatoria del Partido de los Trabajadores (PT) a una gran movilización popular para…
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En nuestro reciente “Manifiesto de apoyo solidario al pueblo y gobierno de Brasil”, a propósito de la convocatoria del Partido de los Trabajadores (PT) a una gran movilización popular para el 20 de agosto pasado, en respuesta a la enorme campaña desestabilizadora lanzada por la oposición con el fin de derrocar al gobierno legítimo, expresábamos que esta campaña responde a una contraofensiva oligárquico- imperialista, la cual no ha cesado en atacar por todos los medios a los gobiernos de avanzada que han asumido por la vía electoral con una clara propuesta anti liberal y autonómica que abriera el camino hacia una verdadera independencia y justicia social.
Estos ataques en sus efectos más trágicos tomaron la forma de golpes de estado, como los que se concretaron en Honduras y Paraguay, así como los que intentaron y fracasaron en Venezuela, Bolivia y Ecuador, antecedentes de tal gravedad que no pueden dejar de considerarse como una amenaza potencial a la democracia, más aun cuando últimamente las campañas desestabilizadoras se han intensificado en Argentina, Ecuador, Venezuela y en Brasil, desde el triunfo de Dilma a fines de 2014 para asumir su segundo mandato.
Sin embargo, debemos de reconocer, que la caída en la popularidad de Dilma – aunque con cifras exageradas por la encuestas manipuladas por las agencias que responden a la derecha y a los grandes medios- no se debe sólo a la conspiración desestabilizadora de la derecha, sino también a los propios errores del gobierno, la situación económica nacional e internacional, la falta de respaldo parlamentario y en gran medida por la enorme corrupción que abarca amplios sectores públicos y privados y principalmente el escándalo en Petrobras, a pesar que ya han sido consignados por la justicia y llevados a prisión varios magnates dueños de grandes empresas, funcionarios y políticos de todos los partidos.
En los últimos días, la derecha extendió su campaña contra Lula, quien mantiene aun una gran popularidad, debido al prestigio obtenido por haber impulsado en sus dos períodos de gobierno, el proyecto de justicia social, abatiendo la pobreza en más de treinta millones de brasileños, fortificando la soberanía nacional y por haber sobresalido como factor importante en la unidad e integración de Nuestra América. Recordemos que Lula junto a los presidentes Hugo Chávez y Néstor Kirchner, encabezaron el pronunciamiento para derrotar al ALCA, plan de dominación imperialista impulsado por Bush, en Mar del Plata, Argentina, en noviembre de 2005.
Precisamente, la estrategia de la derecha es tomar como blanco principal a Lula, quien además de seguir siendo un líder popular indiscutible que se interpone en sus propósitos, se vislumbra a ser nuevamente firme candidato presidencial.
En los hechos, lo que pretende la derecha nacional e internacional es el derrocamiento del gobierno por los medios que sean, legales o ilegales. En las manifestaciones de la oposición además de exigir la caída de Dilma, se exhiben cartelones pidiendo el regreso de los militares.
En estos momentos, se ejerce con la mayor virulencia la campaña desestabilizadora contra el gobierno de Brasil, montada por el imperialismo, la oligarquía local y la derecha internacional, a través de los poderosos monopolios de los medios de comunicación y el asedio constante de la oposición que sin lugar a dudas reviste una intención golpista.
Si cayera el gobierno de Dilma, no cabe ninguna posibilidad de que por la vía democrática, sea reemplazada por un gobierno más radical que emprendiera un definido camino al socialismo y a un mejoramiento de las condiciones sociales, por el contrario, la única alternativa que se vislumbra es la imposición de un gobierno de extrema derecha por medio de un golpe de estado, tal como lo denunció hace unos días Evo Morales, lo que significa una gravísima amenaza a la democracia en Brasil y por extensión a toda Nuestra América.
Por lo tanto, la defensa de la democracia en Brasil implica la defensa de los procesos autonómicos emprendidos en los países de Nuestra América por su integración y hacia una verdadera independencia y justicia social.
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