Decisión sobre COP-25 avergüenza a Brasil y ofende a la ONU

Nota del diputado Nilto Tatto, secretario de Medio Ambiente y Desarrollo

Marcelo Camargo/Agência Brasil

Jair Bolsonaro

Con una actitud absolutamente agresiva hacia las Naciones Unidas y de negación al reconocimiento internacional del protagonismo de Brasil en las negociaciones multilaterales en torno al Acuerdo de París, el gobierno Temer, que ya está bajo el comando de Jair Bolsonaro, comunicó oficialmente que Brasil no será más la sede de la COP-25 (Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), programada para noviembre de 2019.

Además de afrontar los protocolos diplomáticos, la decisión de Bolsonaro confirma, por sobre todo, una conducción de su futuro gobierno con perfil obscurantista y pre-iluminista en la política socio-ambiental. En realidad, la decisión de Jair Bolsonaro refuerza la concreción de la amenaza que hiciera él, aún en campaña electoral, de denunciar, en su futuro gobierno, el Acuerdo de París.

Para no dejar dudas sobre su repulsa en lo que atañe a los temas ambientales, tras esa amenaza, a partir de la interpretación engañosa de que la política ambiental forma parte del “costo Brasil”, Bolsonaro anunció la fusión de los ministerios de Medio Ambiente y de Agricultura. Ante las reacciones contrarias, inclusive de organismos internacionales, volvió atrás respecto al anuncio, pero delegó a la futura ministra de Agricultura, una ruralista radicalmente refractaria a la política ambiental, la responsabilidad de elegir el titular de dicho ministerio.

Más recientemente, Bolsonaro anunció como futuro canciller de su gobierno un personaje que difunde las ideas de Trump como el ‘salvador de occidente’, y dice que el cambio climático constituye un dogma científico influenciado por una “cultura marxista” que quiere estorbar a Occidente y favorecer a China.

Desde el primer gobierno del presidente Lula, Brasil empezó a desempeñar un papel central en las negociaciones en el ámbito de las Naciones Unidas, apuntando a la contención del proceso de calentamiento global, incluso asumiendo metas voluntarias audaces para demostrar las preocupaciones del país con el futuro de nuestro planeta. Los gobiernos del PT lograrían viabilizar un escenario virtuoso, con aumento significativo de la generación de riquezas por parte del país con reducción sustancial de las emisiones. Para tener idea de la dimensión de la contribución de Brasil en aquel período en los esfuerzos internacionales por la reducción de las emisiones, entre 2004 y 2013, las emisiones totales del país en CO2 descendieron de un equivalente a casi 4 mil millones de toneladas a poco más de 2 mil millones de toneladas.

En particular, Brasil asumió el compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, hasta 2025, en un 37% por debajo de los niveles de 2005. Para ello, entre otros objetivos, el país se comprometió a llevar a cero la deforestación ilegal en la Amazonia y recuperar 12 mil millones de hectáreas de selva.

El hecho de que nuestro país posee una rica reserva ambiental contribuye para ese protagonismo. Ahora, la amenaza es que esos compromisos sean botados a la basura por un gobierno sin compromiso con la agenda ambiental global.

Bolsonaro todavía no asumió y ya contribuye para que el mundo se vuelva peor.

Nilto Tatto, Secretario de Medio Ambiente y Desarrollo del Partido de los Trabajadores, Diputado Federal PT-São Paulo

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